Las PASO fueron establecidas como una respuesta de Néstor Kirchner a la derrota oficialista en las legislativas de aquel año. Humillado por el empresario Francisco de Narváez en Buenos Aires y por el supermercadista Eduardo Costa nada menos que en Santa Cruz, se propuso establecer un mecanismo que obligara a toda la sociedad a participar de la vida interna de los partidos políticos y a asegurar la financiación estatal de las campañas, de modo tal de minimizar la influencia de ricos & famosos en los procesos electorales. No obstante y paradójicamente, el kirchnerismo nunca las utilizó. La oposición, por su parte, tampoco hizo de las primarias un leading case aunque, a decir verdad, fue más proclive a considerarlas que el peronismo.

Esta molicie hizo que, a lo largo de los últimos diez años, muchos pusieran sobre el tapete si este tipo de elecciones eran o no necesarias. El argumento más fuerte consistía en que, si prácticamente ningún partido las utilizaba para dirimir sus candidaturas, el evento se reducía a una suerte de encuesta masiva y obligatoria realizada con fondos públicos sin mayores consecuencias.

Otro inconveniente, siempre en clave política, era que podían debilitar innecesariamente a un gobierno en apuros. Esto es lo que se advirtió en 2019, cuando Mauricio Macri (que luchaba por su reelección) cayó por dieciocho puntos respecto a Alberto Fernández. El día después, como se recuerda, fue especialmente caótico: corrida del dólar, fuga de depósitos bancarios e incremento del riesgo país. Alfredo Cornejo, por entonces gobernador de Mendoza y presidente de la UCR nacional había señalado con preocupación de aquel riesgo, sugiriendo que el Congreso las suspendiera por única vez. Nadie en Juntos por el Cambio lo tomó en serio, algo que finalmente impactó contras las chances de Macri.

Más recientemente, en noviembre del año pasado para ser exactos, tanto Alberto Fernández y como la mayoría de los gobernadores que le respondían también amagaron con suspender las PASO. Los peronistas con poder territorial estaban convencidos de que la eliminación de las primarias consolidaría a los oficialismos y dividiría a los opositores. La iniciativa naufragó porque los números en Diputados no daban para materializarla.

Todos estos antecedentes hicieron suponer, más de una vez, que las PASO se encaminaban a una muerte segura. ¿Para qué organizar primarias en las que nadie quiere participar y que, en determinadas circunstancias, hasta podrían amenazar la gobernabilidad?

Sin embargo, lo sucedido en las últimas elecciones puede que hayan cambiado radicalmente esta perspectiva.

A diferencia de otras ocasiones, la oposición decidió utilizarlas para encontrar una síntesis en sus contradicciones. Hubo dos escenarios especialmente connotados: en la provincia de Buenos Aires (Diego Santilli vs. Facundo Manes) y en Córdoba (Luis Juez contra Mario Negri). En ambos ejemplos se enfrentaban candidatos de dos partidos diferentes dentro de la coalición. Los resultados de estos experimentos fueron óptimos. La sumatoria de votos entre Santilli y Manes superó por cinco puntos a la del Frente de Todos y la de Juez y Negri por más de veinte a la lista impulsada por el gobernador Juan Schiaretti.

A contramano del consenso opositor por utilizar el mecanismo, tanto el oficialismo nacional como los provinciales decidieron clausurar la competencia interna como una manifestación de unidad. Pero esta unanimidad no se tradujo en resultados positivos. El presidente, forzado todo el tiempo a hacer equilibrios entre su vicepresidenta, la Cámpora, el PJ y otras tribus del Frente de Todos, tuvo que hacer refritos en todos lados, una alquimia que, con las pruebas a la vista, no satisfizo ni a propios ni extraños. El hecho de que, posteriormente, Victoria Tolosa Paz pudiera acortar algo más de dos puntos la distancia que la separaba de Santilli no desmiente esta observación.

Probablemente sea esta la razón que explique la resurrección de las PASO en las últimas semanas. Han mutado desde una instancia molesta hacia la antesala de la victoria. Mientras macristas y radicales se congratulan por haber encontrado un método civilizado para seleccionar la oferta de JxC, ahora el Frente de Todos se lamenta por no haberlas tenido en cuenta para decidir quién es quién dentro de la fuerza de gobierno. Todo indica que, en el futuro, pasarán a ser un motivo de análisis profundo dentro de los partidos y las coaliciones que integren a la hora de diseñar sus estrategias electorales.

Esto no es solo una suposición. En los multitudinarios festejos por la derrota, el propio Fernández hizo explícita su convicción de que, hacia el 2023, habrá más de una lista en el Frente de Todos. La filípica tuvo como destinataria a Cristina Fernández, acostumbrada desde hace mucho a señalar con el dedo a sus favoritos sin reparar en el resto de posibles interesados.

El anuncio fue uno de los escasísimos hallazgos presidenciales desde el comienzo de la pandemia. En efecto, una gran PASO dentro del peronismo podría colaborar a restañar las heridas provocadas por la hegemonía K durante todo este tiempo y mantendría vivas las ilusiones de Fernández por competir por un nuevo período, aunque esto parezca, de momento, una utopía. También podría generar una suerte de revancha de las fuerzas históricas del PJ (gobernadores y sindicalistas) para sacarse de encima a La Cámpora y otras manifestaciones progresistas que se les antojan tan advenedizas como extrañas a la filosofía del movimiento justicialista.

Y esto no solo podría suceder a nivel del Frente de Todos, sino también en otras fuerzas, tales como el peronismo de Córdoba. Schiaretti observa con preocupación la sinergia generada en la oposición desde que sus principales dirigentes compitieran en las PASO. Por primera vez, JxC tiene dos candidatos firmes, amén de otros que podrían colaborar a reforzar la oferta provincial. No es la situación de HxC, reducida, al menos por ahora, a aguardar que la gestión de Martín Llaryora continúe en la buena senda. Un traspié del lord mayor de la Capital podría dar por tierra la única estrategia que asoma desde El Panal. El surgimiento de otro aspirante competitivo podría quitarle presión a este condicionante.

Pero la provincia no tiene contempladas las PASO en su legislación electoral. Tal déficit agrega un motivo de alerta especialmente cuando, dentro de dos años, habrá que elegir también presidente. Si se acepta el hecho de que Schiaretti no convocará las provinciales junto con las nacionales por obvios motivos, habría pues que retocar la ley electoral provincial para incorporar esta figura.

Tal vez no se llegue a tanto, no obstante que hay señales de que algo está ocurriendo tras bambalinas. Según trascendidos, una de las posibilidades bajo análisis es suspender por un período la ley que impide a los intendentes presentarse a reelecciones indefinidas, tal como explícitamente se está negociando en la provincia de Buenos Aires. Contar con intendentes entusiastas, que estén dispuestos a atar su suerte electoral con la del gobernador y de su delfín es siempre una buena cosa, especialmente cuando Juez (uno de los posibles contrincantes) carece de territorio. Esta presunción también se aplica al radicalismo, una fuerza con muchos municipios a su cargo y siempre recelosa de apoyar, sin condicionamientos, al exembajador ante Ecuador.

“Las PASO que vos matáis gozan de buena salud”, parecen sugerir los mentideros políticos. No es una mala noticia. Es hora de que comiencen a cumplir, de una buena vez, el propósito para las que fueron creadas, aunque sus ideólogos no las hayan utilizado jamás.

Publicado en Diario Alfil

Redacción Electoral