
Con los comicios de este domingo 14 a la vuelta de la esquina y todos los pronósticos electorales en contra de la coalición de gobierno del Frente de Todos, un núcleo de dirigentes, sindicalistas y sectores que comulgan con el peronismo tradicional preparan el escenario pos electoral.
Hay varias hipótesis en carpeta y todas parten de una segura derrota de la coalición de gobierno encabezada por Cristina Fernández de Kirchner, Alberto Fernández y Sergio Massa.
La más optimista, proyecta un escenario en el que la gestión se radicalice –más allá del margen por el que el gobierno pierda las elecciones- y transite los dos años restantes de mandato con el presidente aferrado a su núcleo íntimo de dirigentes, intentando reconstruir poder propio, en el delgado equilibrio entre gobernar y prescindir de quien en una efectista estrategia electoral lo depositó en Balacarce 50 hace dos años.
En ese esquema, CFK haría lo propio intentando consolidar el voto cautivo del kirchnerismo, que en los últimos años pasó de tener un piso de 35 o 40 puntos a un techo de 25 o 30. “Suficientes para subsistir pero no para manejar poder real”. En todo caso, la lógica imperante será la de una “convivencia forzada” en el marco de una relación tirante en un gobierno implosionado: un espejo de lo que se vivió las horas que sucedieron a la derrota de las PASO.
En el otro extremo y con el recuerdo del 2001 en la retina, hay otras proyecciones que imaginan a Fernández entregando el mandato antes de tiempo: una especie de anticipo del “ciclo cumplido” que ya se palpa incluso en los despachos más optimistas de la Casa Rosada y en sectores de la oposición.
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La pregunta es siempre la misma: ¿Qué pasará con el peronismo? Desde que el kirchnerismo irrumpió en el poder, en el lejano 2003, el Partido Justicialista pasó a ser un apéndice de las expresiones K que sobrevinieron: el Frente Para la Victoria, Unión Ciudadana, el Frente de Todos. Ese escenario comenzó en el 2005, cuando CFK le ganó la senaduría nacional a Hilda “Chiche” Duhalde y Néstor Kirchner se sacó de encima la camisa de once varas que significaba el sello del PJ para después utilizarlo como complemento a su propio armado transversal.
Pero 15 años después las cosas cambiaron, ya hay indicios de un proceso de reconstrucción con vistas a lo que vendrá. La conformación de una Red Federal de Peronistas, que integran dirigentes de todo el país y salió a la luz la semana pasada, es sólo una semilla germinal de lo que puede suceder con el justicialismo.
El rol de los gobernadores
El proceso de federalización del poder va tomando forma de la mano de gobernadores que aún conservan sus raíces peronistas y desde hace tiempo quieren dar el golpe en la mesa y sacarse de encima al “lastre del kircherismo”.
El gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, es un botón de muestra de lo que puede pasar en dos años. “Voy a trabajar por un gobierno federal en el 2023”, dijo en el marco de su guerra discursiva con Alberto Fernández, quien acusó a la provincia mediterránea de estar fuera de la órbita operativa de Argentina. El sucesor del “Gallego” José Manuel De la Sota fue por más: “No vi en la historia en ningún lugar en el mundo que el vicepresidente tenga más poder que el presidente”, sentenció. La frase trascendió el status de declaración y se convirtió en un grito de guerra.
Aunque más cautos por su perfil moderado, hay otros caudillos provinciales que comparten el pensamiento del cordobés y comenzaron a tender lazos para ser protagonistas: son los casos, entre otros, del sanjuanino Sergio Uñac y del entrerriano Gustavo Bordet.
El primer paso, repiten, es la “consolidación del iterbloque federal” en el Congreso, donde en ambas cámaras el Frente de Todos ve peligrar su autonomía legislativa. Cristina está a punto de perder el quórum propio y de seguir presidiendo la Cámara baja, Massa deberá lidiar con una oposición fortalecida sin más remedio que acudir al consenso.
En Buenos Aires
Con mayor o menor incidencia territorial o peso público en los medios de comunicación, hay dirigentes, comunicadores sociales y sindicalistas que podrían ser parte de “la reconstrucción”. Desde hace rato marcaron sus diferencias con el estilo K y no tendrían empacho en escribir de puño y letra la lápida del cristinismo.
Integran esa variada amalgama de referentes dirigentes “con territorio” que se integraron a la oposición de Cambiemos como Joaquín de La Torre (ex alcalde de San Miguel) o Jesús Cariglino (ex intendente de Malvinas Argentinas) y peronistas ortodoxos como el ex secretario de Comercio K Guillermo Moreno, el periodista y militante Santiago Cúneo y el dirigente Miguel Saredi. Son solo algunos de los nombres de un núcleo de resistencia que se va agrandando.
La lógica del Co-gobierno
La debilidad de la gestión y del polo de poder de los Fernández volvió a poner en agenda la palabra “co-gobierno”, que siempre asoma en Argentina en momentos de crisis política, económica e institucional como la que transcurre en la actualidad.
En ese sentido, hay sectores del justicialismo que con vistas al período de dos años de “convivencia forzada” que se viene no verían con malos ojos tender lazos con “el peronismo opositor” que conforma una de las patas de la coalición Cambiemos, con nombres como el de Emilio Monzó, Diego Santilli, Cristian Ritondo o Miguel Ángel Pichetto.
Parados en una u otra vereda, todos comparten una pulsión antikirchnerista y ven al Frente de Todos en el embudo inexorable de la derrota, en una situación de implosión política como pocas veces se vio en el país.
Publicado en Agencia Nova

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